viernes, 13 de junio de 2008

LA CONSERVACIÓN DE LA DEHESA Y DE NUESTROS BOSQUES: NUESTRO FUTURO


Desde que el hombre apareció sobre la Tierra, ha aprovechado de todas las maneras posibles, los recursos que le ofrecían los bosques. Primeramente obteniendo frutos y caza; más tarde, elaborando herramientas y recipientes; transformando los troncos en viviendas y también convirtiéndolos en combustible. Uno de los grandes inventos de la humanidad, la rueda, se obtuvo de la madera, y troncos de árbol fueron los primeros medios que se emplearon para surcar las aguas.


La vida del hombre siempre ha estado ligada estrechamente a los bosques y hemos obtenido de ellos todo lo que se nos ha antojado, sin cuestionarnos nada más. Salvo honrosas excepciones, nunca nos hemos parado a pensar que ellos no pueden ser esquilmados sin hacernos daño a nosotros mismos; pero si nos sentáramos frente a un bosque y nos pusiéramos a meditar, nos daríamos cuenta de que son nuestros mejores embalses: las copas de los árboles amortiguan la caída del agua de lluvia y la distribuyen lentamente por el suelo, permitiendo que el humus y el subsuelo se empapen y se almacene el agua que alimentará acuíferos, manantiales y ríos. El entramado de las raíces de loa árboles evita la pérdida de suelo fértil, además de mantener la productividad de los paisajes forestales y la agricultura de valles y llanuras, que se sustenta en este papel de distribuidor de nutrientes. Los bosques autóctonos son por tanto, una garantía contra la erosión.
También nos ofrecen seguridad contra catástrofes, pues la existencia de éstos en las montañas y en las riberas de los ríos, produce un efecto amortiguador de fenómenos naturales, como lluvias torrenciales, avenidas, corrimientos de tierras, etc. También suponen una gran despensa, pues nos proveen de madera, leña, resina, corcho, frutos, setas, miel, pastos, ... y el 75% de los principios activos que componen los medicamentos actuales. Los bosques tienen la virtud de atemperar el clima de las zonas que ocupan, amortiguando los extremos climáticos. Dentro de ellos se genera un microclima más fresco en verano y menos riguroso en invierno. También frena el viento, evitando la desecación del suelo. Tenemos en el bosque al mejor climatizador; pero también es nuestro mejor aliado contra el calentamiento global del planeta y un excelente depurador del aire.


Las actividades industriales y el afán de quemar combustibles fósiles para generar energía, producen gran cantidad de un gas, el CO2, que tiene unos efectos desastrosos sobre la salud de todos los seres vivos, contribuyendo además al calentamiento global del planeta y al cambio climático. Los árboles absorben el carbono y liberan el oxígeno, favoreciendo el desarrollo de la vida y mitigando el calentamiento global. Los bosques son un paraíso de biodiversidad, ya que albergan gran cantidad de especies animales y vegetales. A veces, un solo árbol es, por sí mismo, un ecosistema y puede albergar un sinfín de microorganismos, plantas inferiores, insectos, aves, mamíferos que, aunque erróneamente, puedan estar consideradas como especies “sin utilidad” para nosotros, tienen una importancia vital para otros habitantes del bosque que sí tienen reconocida su estima por el hombre. Nuestros pulmones verdes protegen la vida acuática de los ríos, lagos, estuarios y costas, ya que aportan alimentos y materia orgánica, a la vez que regulan los depósitos de sedimentos. Son por tanto, un seguro para las pesquerías, y su destrucción supone una drástica reducción de los recursos pesqueros. Los bosques son además, por si todo lo anterior fuese poco, un extraordinario lugar para el esparcimiento y la formación. Proporcionan belleza y calma para nuestro espíritu y son una fuente inagotable de conocimientos. Allá donde crecen los bosques generan un sinfín de efectos beneficiosos que se extienden a la totalidad del planeta Tierra.



Fuente: Extracto del artículo escrito por Fernando Aparicio para el proyecto "Sembramos la Vida" del programa de Formación Ambiental de ARBA. http://www.arba-s.org

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